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Alimentación, Nutrientes, Patologías

El papel de la nutrición en animales que padecen insuficiencia pancreática exocrina.


miércoles 10 aprile 2024


El papel de la nutrición en animales que padecen insuficiencia pancreática exocrina

La insuficiencia pancreática exocrina (IPE) es un síndrome caracterizado por una síntesis y secreción insuficiente de enzimas digestivas por parte del páncreas exocrino debido a la pérdida funcional de la masa pancreática, lo que resulta en una mala digestión

El páncreas exocrino juega un papel fundamental en la digestión y absorción de numerosos nutrientes.

Los acinos pancreáticos tienen la función de sintetizar y secretar enzimas como la lipasa, tripsina y amilasa, que se utilizan para digerir grasas, proteínas y almidón respectivamente. Además, las células del conducto pancreático secretan bicarbonato, cuya función es mantener un pH óptimo en el intestino, y el factor intrínseco que permite la absorción de vitamina B12.

La insuficiencia pancreática exocrina (IPE) es un síndrome caracterizado por una síntesis y secreción insuficiente de enzimas digestivas por parte del páncreas exocrino debido a la pérdida funcional de la masa pancreática, lo que resulta en una mala digestión.

Las dos causas principales de insuficiencia pancreática exocrina en perros son la atrofia acinar y la pancreatitis crónica. La primera es más común en sujetos jóvenes y parece prevalecer en algunas razas, como el pastor alemán, el Cavalier King Charles spaniel, el collie de pelo duro y el setter inglés. El segundo, sin embargo, afecta a animales de todas las razas y de todas las edades y, en algunos casos, puede provocar la destrucción no sólo de las células acinares, sino de todo el páncreas. En este caso, además de IPE, el animal también presentará diabetes mellitus.

Los perros afectados por EPI también suelen presentar SIBO (sobreproliferación bacteriana del intestino delgado) probablemente debido, por un lado, a la falta de factores antibacterianos normalmente presentes en las secreciones pancreáticas y, por otro, a la alteración del PH intestinal causada por la falta de producción de bicarbonato.

El gato se ve afectado con menos frecuencia por la insuficiencia pancreática exocrina que el perro y, en esta especie, la aparición del síndrome se debe principalmente a una pancreatitis crónica.

Otras causas mucho menos comunes de IPE en perros y gatos incluyen una neoplasia pancreática o extrapancreática que provoca una obstrucción del conducto pancreático.

Nunca se ha informado en perros y gatos de hipoplasia o aplasia pancreática congénita, así como de deficiencias de las enzimas digestivas pancreáticas individuales, pero no se puede descartar que puedan ocurrir.

Los signos clínicos más comúnmente reportados en perros y gatos con IPE son polifagia, pérdida de peso, diarrea y esteatorrea. Generalmente aparecen cuando se destruye aproximadamente el 90% de las células acinares del páncreas.

Las heces de los animales pequeños con IPE suelen ser pálidas, sueltas, voluminosas y, a menudo, malolientes.

La posible presencia de poliuria y polidipsia debe sugerir la presencia concomitante de diabetes mellitus.

La prueba utilizada principalmente para el diagnóstico de IPE es la evaluación de la concentración sérica de TLI (inmunorreactividad similar a la tripsina) que está significativamente disminuida en animales afectados por esta enfermedad. Esta prueba es muy específica para IPE, especialmente cuando el valor de cTLI, detectado en el perro en ayunas, es inferior a 2,5 g/L. Sin embargo, si el valor de cTLI sérico está entre 2,5 y 5 g/L, es aconsejable repetir la prueba al cabo de 1 o 2 meses ya que el valor podría normalizarse.

Sin embargo, en gatos, un valor de fTLI inferior a 8 g/l se considera diagnóstico de IPE.

En los animales afectados por insuficiencia pancreática exocrina también hay una marcada reducción en la concentración sérica de vitamina B12, debido a la incapacidad del páncreas para producir factor intrínseco. Por el contrario, las concentraciones séricas de folato suelen aumentar en perros debido a la presencia concomitante de SIBO.

Sin embargo, en la mayoría de los gatos afectados por IPE y en algunos perros, el folato está disminuido, lo que indica la probable presencia de una patología concomitante del intestino delgado.

Algunos individuos también pueden tener una deficiencia de vitaminas liposolubles.

Si además hay diabetes mellitus, el animal también presentará aumento de la glucemia y glucosuria.

El papel fundamental del páncreas en la digestión de los principios nutricionales sugeriría que durante la IPE, la intervención nutricional es la primera "terapia" que se implementa.

En cambio, el tratamiento de elección para la insuficiencia pancreática exocrina es la adición de enzimas pancreáticas a la comida.

Hasta hace poco se recomendaba combinar también una dieta específica caracterizada por un contenido proteico de entre el 15-30% de la S.S. en el perro y entre un 30-40% en el gato (y con proteínas caracterizadas por una digestibilidad superior al 87%), un bajo contenido en grasas (10-15% en el perro y 15-25% en el gato y con grasas con mayor digestibilidad al 90%), carbohidratos de alta digestibilidad y un porcentaje de fibra inferior al 5% de la S.S.

Sin embargo, estudios más recientes han cuestionado la necesidad de reducir drásticamente la grasa en perros y gatos con IPE que responden bien a la administración sola de enzimas pancreáticas. De hecho, algunos perros mostraron mejoras en los síntomas con la administración de dietas con alto contenido en grasas.

Entre las ventajas que incluye una dieta sin reducción excesiva de lípidos se encuentran el aumento de la densidad calórica de la comida lo que facilitaría el aumento de peso del animal así como el aumento de la palatabilidad de la comida.

En humanos, los ácidos grasos de cadena media se han utilizado para controlar los casos de malabsorción ya que son absorbidos directamente por la vena porta y pasan directamente a la circulación, pero actualmente no existe evidencia científica de su uso ni siquiera en mascotas afectadas por IPE. Suelen ser poco apetecibles pero, si son bien aceptados por el animal, se puede considerar su uso en aquellos sujetos que, a pesar de la administración de enzimas pancreáticas, toleran mal la presencia de lípidos en la dieta para aumentar la concentración total de las grasas contenidas en la comida.

La actitud nutricional recomendada actualmente es elegir la dieta, cada cierto tiempo, en función del sujeto y de su reacción a la administración de enzimas pancreáticas.

Inicialmente puede ser útil no cambiar la dieta (o elegir una dieta caracterizada sólo por una alta digestibilidad de las proteínas y un contenido moderado de fibra, pero sin una reducción del contenido de lípidos) y complementarla sólo con enzimas, volviendo a comprobar la situación y los síntomas después 3 o 4 semanas.

Si la respuesta no ha sido satisfactoria y/o los síntomas no han desaparecido, se deberá plantear un cambio de dieta más "drástico" en base a las indicaciones proporcionadas anteriormente.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que el fracaso de la terapia también puede estar relacionado con otros factores, como la administración de una cantidad insuficiente de enzimas o la presencia simultánea de una hiperproliferación bacteriana intestinal.

Además, hay que tener en cuenta que, en algunos sujetos, la insuficiencia pancreática exocrina se asocia con la presencia concomitante de una intolerancia alimentaria o IBD. En estos casos puede ser necesario utilizar una dieta con un contenido antigénico limitado o basada en hidrolizados de proteínas.

En animales que también padecen diabetes, la elección de la dieta se vuelve decididamente más compleja. Las guías para animales que padecen diabetes recomiendan dietas que contengan carbohidratos reducidos y un índice glucémico bajo y un porcentaje de fibra entre el 7 y el 18% de la SS, en contraste con las indicaciones previstas para animales que padecen IPE. En estos sujetos la dieta debe ser estudiada rigurosamente ad hoc y personalizada, monitorizando al animal frecuentemente y variando el plan nutricional en función de los resultados obtenidos hasta alcanzar un compromiso adecuado que estabilice al animal.

Las vitaminas y minerales liposolubles como el zinc y el cobre, en caso de deficiencia, deben complementarse, pero si se sigue una dieta completa y equilibrada muchas veces no es necesario hacerlo.

Se debe hacer un debate aparte sobre la deficiencia de vitamina B12. Dado que la deficiencia de esta vitamina se debe a la reducción del factor intrínseco, la suplementación con enzimas pancreáticas no revierte el estado carencial y su suplementación oral podría resultar ineficaz.

En estos casos, la cobalamina debe administrarse por vía parenteral a dosis de 250-500 microgramos por perro y 100-250 microgramos por gato una vez a la semana. Cuando su concentración sérica se haya normalizado, se deberá establecer una terapia de mantenimiento disminuyendo la frecuencia de inoculación.

BIBLIOGRAFÍA:
- Biourge V, Fontaine J (2004). "Exocrine pancreatic insufficiency and adverse reaction to food in dogs: a positive response to a high-fat, soy isolate hydrolysate-based diet". J Nutr. 134 (8 Suppl): 2166S-2168S
- MS Hand, CD Thatcher, RL Remillard, P Roudebush & BJ Novotny. Small Animal Clinical Nutrition 5th edition. ed. 2010, chapter 66
- Pibot P, Biourge V, Elliott D, enciclopedia della nutrizione clinica del cane, 2007, capitolo 5
- Westermarck E1, Wiberg ME. Effects of diet on clinical signs of exocrine pancreatic insufficiency in dogs. J Am Vet Med Assoc. 2006 Jan 15;228(2):225-9.


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