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Proteínas y enfermedad renal crónica: un desafío para el nutricionista.


miércoles 5 febrero 2025


Proteínas y enfermedad renal crónica: un desafío para el nutricionista

La enfermedad renal crónica en el perro y en el gato es una patología irreversible y progresiva, caracterizada por anomalías estructurales y/o funcionales de uno o ambos riñones, presentes durante al menos 3 meses. La pérdida de la funcionalidad renal conduce al desarrollo de signos clínicos que evidencian la disminución de la capacidad de los riñones para desempeñar las funciones normales de regulación y excreción

Los signos clínicos más comúnmente observados en animales afectados por CKD son el vómito, la poliuria y la polidipsia, la inapetencia, la pérdida de peso y la caquexia, la diarrea y, en etapas más avanzadas, la letargia.

Los análisis bioquímicos sanguíneos revelan un aumento de la urea, de la creatinina y de los fosfatos, en función de la gravedad de la enfermedad, además de alteraciones en los valores de calcio, magnesio, potasio y la presencia de una anemia no regenerativa. El examen de orina se caracteriza por una disminución del peso específico, con la presencia, en algunos casos, de proteinuria y alteración de la relación PU/CU.

Asimismo, la hipertensión y la acidosis metabólica son dos alteraciones clínicas que se presentan con frecuencia en perros y gatos afectados por enfermedad renal crónica.

Además, recientemente se ha introducido un nuevo marcador de la funcionalidad renal, el SDMA, que, según los estudios realizados hasta la fecha, parece ser capaz de detectar de forma precoz la reducción de la función renal. Este marcador puede constituir una herramienta adicional útil para el diagnóstico y la estadificación de la enfermedad renal crónica.

El primer paso que el médico veterinario debe realizar SIEMPRE, antes de decidir la terapia a implementar en un paciente con enfermedad renal crónica, es la estadificación de dicha patología.

La estadificación IRIS consiste en subdividir la enfermedad renal crónica en cuatro etapas, en función de los valores de la concentración sanguínea de creatinina y de la eventual presencia de azotemia, proteinuria e hipertensión.

Para la correcta estadificación IRIS, se remite al sitio: https://www.iris-kidney.com/iris-guidelines-1

La terapia varía notablemente según la etapa en la que se encuentre el animal, siendo la elección de la dieta un pilar fundamental en el tratamiento de esta patología.

Los objetivos de la terapia dietética deben ser satisfacer las necesidades nutricionales y energéticas del animal para evitar la caquexia, reducir los síntomas asociados a la uremia, controlar la fosfatemia y el eventual hiperparatiroidismo relacionado, minimizar los desequilibrios hídricos, electrolíticos, mineral-vitamínicos y ácido-base presentes, así como contrarrestar la hipertensión, ralentizar la progresión del daño renal y disminuir el estrés oxidativo.

La dieta debe ser siempre personalizada en función de los síntomas y signos clínicos del paciente y ajustarse a lo largo del tiempo según la progresión de la patología.

En este artículo abordaremos en detalle el papel de las proteínas dietéticas en la patología renal crónica, mientras que en el siguiente examinaremos los demás nutrientes a tener en cuenta al preparar un plan nutricional para animales afectados por CKD.

PROTEÍNAS
La decisión de cuándo iniciar una restricción proteica y cuántas proteínas incluir en la dieta de un perro o gato con CKD es una de las decisiones más complejas que debe tomar el nutricionista veterinario al elaborar el plan nutricional.

De hecho, si bien la restricción proteica puede ayudar a controlar los síntomas urémicos, tener un efecto positivo en la limitación de la producción de residuos nitrogenados y en la reducción de la proteinuria, así como limitar la cantidad de fósforo ingerido por el animal, por otro lado puede provocar malnutrición, disminuir la respuesta inmunitaria, afectar la síntesis de hemoglobina y de proteínas plasmáticas, y predisponer al animal a la pérdida de masa muscular. Esto resulta especialmente relevante cuando el paciente es un "carnívoro estricto", como es el caso del gato, que utiliza las proteínas como fuente principal de energía. En esta especie, es siempre recomendable emplear una restricción proteica gradual, deteniéndose en el nivel máximo de proteínas en la dieta que permita controlar la uremia y el síndrome urémico asociado.

En cuanto a la etapa IRIS en la que se debe iniciar la reducción de proteínas, aún no existe un consenso unánime. Hasta hace poco se recomendaba comenzar ya en la primera etapa; sin embargo, en los últimos años las guías se han orientado hacia la instauración de una dieta renal con restricción proteica propiamente dicha solo en la tercera y cuarta etapa, iniciándose de forma gradual ya en la segunda etapa para acostumbrar al animal a este tipo de alimentación. No obstante, si ya en la primera etapa se presenta proteinuria o hiperfosfatemia, es necesario considerar la posibilidad de iniciar una restricción proteica en esa fase.

¿Pero cuántas proteínas se deben administrar?

Los porcentajes de proteínas recomendados para las dietas de animales con enfermedad renal crónica son del 14-20% en materia seca para el perro y del 28-35% en materia seca para el gato.

Estos porcentajes deberían reducirse aún más en presencia de proteinuria, alcanzando el 14-15% en el perro y el 28-30% en el gato.

Sin embargo, para evitar una malnutrición proteica, sería adecuado añadir a estos valores la cantidad de proteínas que el animal pierde diariamente a través de la orina.

Una fórmula que puede emplearse para determinar cuántas proteínas agregar es la siguiente:

mg de proteínas en 24 horas = (PU/CU) x 20 x (kg de peso del animal).

Por muy obvio que pueda parecer, es fundamental también la elección de las proteínas a utilizar. Estas deben ser de alta digestibilidad y, sobre todo, de elevado valor biológico. El huevo, por ejemplo, es la fuente proteica con el valor biológico más alto y, si es aceptado por el animal, constituye un excelente alimento para incorporar en los planes nutricionales de pacientes renales. Asimismo, la carne y el pescado tienen un alto valor biológico y pueden emplearse en las dietas para perros y gatos con CKD, siempre que se elijan cortes lo más estandarizados posible para controlar mejor el perfil de aminoácidos del plan nutricional y se prefiera aquellos con menor contenido de fósforo.

De hecho, lo primero que se debe limitar en la dieta de un paciente renal es precisamente el fósforo.

El fósforo debe estar comprendido entre el 0,2% y el 0,5% en materia seca para el perro y entre el 0,3% y el 0,6% en el gato, procurando que la mayor parte provenga de fuentes orgánicas y no de fuentes inorgánicas, como es el caso de la mayoría de los suplementos. Esto se debe a estudios que han evidenciado que niveles elevados de fósforo inorgánico pueden impactar negativamente en la funcionalidad renal.

En el próximo artículo examinaremos cuáles son los factores dietéticos clave para una dieta "renal", además de las proteínas.

BIBLIOGRAFÍA:
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- Medicina felina: qué ha cambiado y qué está cambiando - DOSSIER N. 8. Summa animales de compañía N° 9, noviembre 2015.
- MS Hand, CD Thatcher, RL Remillard, P Roudebush & BJ Novotny. Small Animal Clinical Nutrition, 5ª edición, ed. 2010, capítulo 37.
- Pibot P, Biourge V, Elliott D, Enciclopedia de la nutrición clínica del gato, 2008.
- Scherk, Margie A. y Laflamme, Dottie P. Controversies in Veterinary Nephrology: Renal Diets Are Indicated for Cats with International Renal Interest Society Chronic Kidney Disease Stages 2 to 4: The Con View.


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